lunes, febrero 25, 2008

El derecho de soñar - Eduardo Galeano



Vaya uno a saber cómo será el mundo más allá del año 2000. Tenemos una única certeza: si todavía estamos ahí, para entonces ya seremos gente del siglo pasado y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio.

Sin embargo, aunque no podemos adivinar el mundo que será, bien podemos imaginar el que queremos que sea. El derecho de soñar no figura en los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron en 1948. Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed.

Deliremos, pues, por un ratito. El mundo, que está patas arriba, se pondrá sobre sus pies.

En las calles, los automóviles serán pisados por los perros.

Los cocineros no creeerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.

La policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla.

El aire estárá limpio de los venenos de las máquinas, y no tendrá más contaminación que la que emana de los miedos humanos y de las humanas pasiones.

Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos. Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.

La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda.

La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor.

El mundo ya no estará en guerra con los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra por siempre jamás.

Una mujer, negra, será presidente de Brasil y otra mujer, negra, será presidente de los Estados Unidos de América.
Una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú.

El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas.

Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión.

En Argentina, las locas de la Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.

La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar

Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle.

La Santa Madre Iglesia corregirá algunas erratas de las piedras de Moisés:
El sexto mandamiento ordenará: "Festejarás el cuerpo".
El noveno, que desconfía del deseo, lo declarará sagrado.

En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a hacer el servicio militar, sino los que quieran hacerlo.

Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos.

La Iglesia también dictará un undécimo mandamiento, que se le había olvidado al Señor: "Amarás a la naturaleza, de la que formas parte".

Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.

La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla.

Todos los penitentes serán celebrantes, y no habrá noche que no sea vivida como si fuera la última, ni día que no sea vivido como si fuera el primero.

domingo, febrero 03, 2008

La Voluntad - Eduardo Anguita & Martín Caparrós

Acabo de finalizar las 3270 páginas que conforman los 5 tomos de la edición booklet de La Voluntad.

Qué poco activo se siente uno al 'leer' la revolución en un libro. Qué lejos de esa coyuntura mundial, ese compromiso por los ideales de forjar un mundo mejor, más justo con menos desigualdades.

Cuesta situarse en las realidades que vivió esa generación. Cuestra comprender como se perdió todo ese fervor, o mejor dicho, da muchisimo dolor comprender que no se perdió, sino que se aniquiló.

Pasaron poco más de treinta años del comienzo de la última dictadura en argentina, y aunque sea poco; el mundo ha cambiado demasiado.

Por qué nos quedamos sin los Agustín Tosco, los Rodolfo Walsh, los hombres y mujeres que pudieron haber hecho de nuestro país y de este mundo un lugar mucho más hermoso para vivir.


¿ La culpa de todo la tiene el capitalismo ? ¿ Por qué se transformó este mundo se 600 millones de habitantes en una factoría de almas individualistas. ¿ Por qué el sufrimiento del de al lado mio me importa un bledo ?

Las preguntas que se me ocurren son innumerables, pero lo peor de todo es ver y comprender que está todo orquestado para que se agudicen las diferencias, para que la brecha se amplie aun más.

Y frente a este mar de malas noticias y futuros nefastos, quizá haya sido mejor morir luchando por un mundo mejor.

La Voluntad - Eduardo Anguita & Martín Caparrós